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La visión de la muerte en el esperpento Las galas del difunto de Valle-Inclán (página 2)



Partes: 1, 2

Recursos básicos de la técnica esperpentizadora
son la humanización de cosas o animales y la
animalización y la cosificación de personas. En
Las galas del difunto el más recurrente es el de la
animalización de personas, bien por el autor en las
acotaciones, bien por los mismos personajes entre sí:
Acotación 2ª, escena 1ª: «La bruja
encaperuzó el manto sobre las sienes y voló
convertida en corneja».

LA DAIFA: Todos volvéis con la misma polca, pero ello
es que os llevan y os traen como a borregos. (escena 1ª)

A veces, el contraste irónico de la
animalización, inadecuada, sirve para degradar aún
más (paloma = la Daifa, una prostituta):

JUANITO: Siento no agradarte, paloma. Lo siento de veras.

La animalización es visible en la acotación
siguiente a la ya citada de la descripción de la muerte:
«Se anguliza como un murciélago, clavado en los
picos del manto». Y la cosificación o
pelelización se ceba en el personaje de don Sócrates
en el momento de morir: «El boticario se dobla como un
fantoche».  Es increíble lo que sucede
después. El recién finado pasa a segundo plano,
pues un gato «cruza de un salto por encima del fantoche
aplastado» y «huye con una sardina bajo los
bigotes». Los presentes mantienen el siguiente
esperpéntico diálogo:

LA BOTICARIA: ¡Centellón, que se lleva la cena!
¡Ni el propio enemigo! ¡San Dios, qué retablo!
¡Otra alferecía!
EL GALOPÍN: ¡Cayó fulminado!
JUANITO VENTOLERA: Le pasó un aire.
LA BOTICARIA: Hoy se cumple el año.
¡Sócrates, por qué me dejas viuda en este
valle de lágrimas!

   Ya quedó dicho que el personaje más
esperpentizado en la obra es el boticario y, en menor medida,
otros como la Bruja (muy animalizada) y la mujer del
boticario (en algunos momentos). El resto sólo está
levemente esperpentizado, en algún momento o rasgo, pero
básicamente no han sufrido tanto la sacudida
esperpéntica del «demiurgo» Valle
Inclán. El aguiñolamiento de los personajes
8 será más intenso en Los
cuernos de don Friolera
, pero ya se deja ver en alguna
acotación de Luces de bohemia y, sobre todo, en la
acotación ya tan comentada de Las galas del difunto
en que muere el boticario. El muñeco o guiñol -como
expresan Cardona y Zahareas (1982:49)- simboliza la debilidad del
espíritu humano, la ausencia de auténtico ser, la
incongruencia entre lo que se dice del hombre y lo
que es éste en realidad. Sin embargo -avisan los
críticos- «lo que determina el impacto grotesco, no
obstante, es la forma en que el autor maneja el
títere». Así comprendemos mejor la diferencia
de uso del guiñol que hay entre Baudelaire o
el Teatro del
Arte -donde,
en el fondo, se dignifican las figuras, receptoras de ternura- y
un retablo de marionetas o los esperpentos de Valle, donde lo
grotesco no es sólo medio de descripción, sino fin
en sí mismo, sin que aparezca lo ternuriento (ninguna
ternura siente Valle, desde luego, por un
«guiñol» como el boticario). Y esta actitud
proviene -siguen diciendo Cardona y Zahareas- de enfocar la
condición humana en términos existencialistas:
aventura azarosa (los soldados de Las galas del difunto,
como dice Casalduero (1972:304), no saben por qué han ido
ni por qué han vuelto de Cuba),
alienación (por el hambre, por la guerra, por el
concepto del
honor, por la prostitución en Las galas del
difunto
), absurdo (el nulo respeto a la vida
y muerte humanas
por parte de Ventolera, la falsedad e hipocresía de
los valores
establecidos) 9.

 La escena quinta nos muestra con la
agudeza propia de Valle la sátira contra los que medran a
costa de los entierros. El gesto anticlerical no ofrece dudas en
este diálogo tenso entre el sacristán que viene a
cobrar los gastos y la viuda
doña Terita:

 LA BOTICARIA: ¡Esta cuenta es un sacrilegio!
 EL SACRISTÁN: Doña Terita, es usted la mar de
célebre.
 LA BOTICARIA: ¡Un robo escandaloso! ¡Siete
duros de cera!
 EL SACRISTÁN: Y aún pierde siete reales la
iglesia. La
cera consumida sube ese pico. Siete reales que pierde la
iglesia.
(…)
  LA BOTICARIA: ¡Con esos precios
ahuyentáis la fe! ¡Las misas a once reales es un
escándalo! ¿Pero adónde me van a subir las
misas Gregorianas?…
 EL SACRISTÁN: ¡Y la rebaja de pena que usted
puede llevar con esos sufragios al finado! ¡Todo hay que
ponerlo en balanza, dona Terita!
 LA BOTICARIA: Las indulgencias no debían
cobrarse.
 EL SACRISTÁN: ¡Sin eso, a morir! ¡Usted
considere que no tiene otras aduanas la Santa
Madre Iglesia!

 Pero hay otros buitres alrededor de los finados,
aprovechados como el rapista o barbero, dispuesto a abusar en el
cobro aunque se justifique con una mezcla de ironía,
desvergüenza y razón (seguimos en la escena
quinta):

 LA BOTICARIA: Mi finado tenía con usted un
arreglo.
 EL RAPISTA: ¡Doña Terita, esa partida
está rebajada en un cincuenta por ciento! Yo le hago la
barba a un viviente por tres perras, pero usted no se representa
lo que impone un muerto enjabonado. ¡Y su esposo no ha sido
de los menos! También tenga usted por sabido que las
barbas de los muertos son muy resistentes y mellan toda la
herramienta.
LA BOTICARIA: ¡Dos pesetas es un escándalo!

  El otro gran centro de interés de
nuestra exposición
es la actitud de Juanito Ventolera hacia la muerte y hacia los
muertos. En la escena tercera visita el cementerio, donde
hay  tres soldados como él, «tres pistolos
famélicos, con ojos de fiebre»
-Pedro Maside, El Bizco Maluenda y Franco Ricote-, con los que
Ventolera entabla un coloquio sin desperdicio, inquietante y
sorprendente. Mientras los tres muestran el escrúpulo
natural y lógico ante la intención de éste
de despojar al recién fallecido y enterrado boticario don
Sócrates, Ventolera alardea de no sentirlo en absoluto con
una frialdad que sobrecoge:

JUANITO VENTOLERA: El patrón me ha guiñado el
ojo al despedirse, y estoy en que algo tiene que contarme. Le
había caído simpático, y pudiera en su
última voluntad acordarme alguna manda.
(…)
FRANCO RICOTE: ¡Las burlas con los muertos por veces salen
caras!
PEDRO MASIDE: ¡No apruebo lo que haces!
EL BIZCO MALUENDA: Si un difunto se levanta, la valentía
de nada vale. ¿Qué haces en riña con un
difunto? ¿Volver a matarlo? Ya está muerto. Si
ahora se levantase el boticario, por muchos viajes que le
tirásemos puestos los cuatro en rueda, le veríamos
siempre derecho.
JUANITO VENTOLERA: ¡Eso supuesto que se levantase!
10

     A partir de aquí se
desencadenan los acontecimientos de la obra: el despojo
sacrílego, la burla de todo lo divino, la visita fantasmal
a la viuda doña Terita (que se desmaya) para reclamarle el
bombín y el bastón del difunto y la visita a la
Daifa, ante la que descubre Ventolera en ese terno la carta que ella
misma escribió a su padre. Esta burla del muerto y de la
muerte enlaza paródica y esperpénticamente con la
burla de los muertos y de lo divino que aparece en Don Juan
Tenorio, de modo que críticos como Bermejo Marcos
(1971:273-280) o Zamora Vicente (1967:57) la han considerado
«esperpentización total» de la obra de
Zorrilla.

    Por el camino del distanciamiento, nos
asalta enseguida la parodia (el donjuanismo boca abajo), la
sátira y la ironía. J. B. Avalle Arce
(1987:107-117) ha estudiado Las galas del difunto como
esperpentización del Tenorio de Zorrilla, estableciendo
una serie de correspondencias. En  efecto, en la misma obra
(escena 3ª), Ventolera nombra al mítico
personaje:

EL BIZCO MALUENDA: Escota y vente a cenar. Hay dos palomos y
un gazpacho.
JUANITO: Parece que representáis el Juan Tenorio, pero
allí los muertos van a cenar
de gorra.

    Pero hay que decir, con Cardona y Zahareas
(1982:188-191), que estudiar la obra primordialmente como parodia
del mito es
tergiversar y falsear las intenciones básicas de Valle.
Indica Fernández Montesinos (1966:152-160) que la
sátira esperpéntica es cruda y muy sangrienta (como
en La hija del capitán), pero que no se sostiene en
postulados éticos, sino en antipatías literarias
(el honor de Calderón en Las galas del difunto y
Los cuernos de don Friolera, el donjuanismo de Zorrilla en
la primera). Esto no es del todo cierto, pues recordemos que en
Las galas del difunto los añadidos de 1930 ofrecen
una sátira de base ética y no
parodia literaria alguna. Críticos como Bermejo Marcos
(1971:277) han resaltado el hecho de que estos personajes
impliquen una evidente crítica
del militarismo, muy relacionada con la realidad histórica
del momento: «… tales intencionadas protestas
antimilitaristas se dirigían en el año de la
publicación de la obra no tanto al pasado colonial cuanto
a un presente entonces mucho más cercano». No
olvidemos que el tema que nos ocupa, la muerte, está muy
relacionado con la guerra que tantos muertos y huérfanos
provoca, de modo que Ventolera llega a decir a la Daifa en la
escena primera: «La guerra es un negocio de los galones. El
soldado sólo sabe morir». En este sentido,
representa -según Casalduero (1972:304-305)- la abulia del
impresionismo
y de la España del
98, por ser un hombre «sin cinismo, ni angustia, ni odio,
que ni tiene ni puede tener espíritu de
rebeldía».  Es víctima de la guerra, que
tan mala enseñanza le ha dado; el heroico soldado
que va a pasearse al callejón del Gato, convertido
entonces en antihéroe grotesco.

     Valle-Inclán, en
conclusión, se asoma al tema de la muerte, desde la
estética crítica y deformadora del
esperpento, invitándonos a su personal
visión de la misma, con un tono desmitificador e
irreverente, como hemos podido comprobar, en este caso, con el
estudio de Las galas del difunto.

NOTAS

1. Emma Susana Speratti-Piñero (1968:162)
comenta cómo de los grandes temas de las obras anteriores
de Valle-Inclán (amor, muerte y
religión),
en cuanto a la génesis del esperpento «el
único tema que permanece con valor
dominante en las últimas obras de Valle-Inclán es
la muerte. Pero una muerte también deformada».
Carlos Álvarez (1976:15) insiste en este papel relevante
de la muerte en la poética del esperpento, «un
personaje fijo que sirve de revulsivo frente al amor, al odio, al
miedo, al valor, a la alegría o a la tristeza.
Esperpentización, pues, a través de la muerte como
catalizador negativo de todo lo que el hombre es;
de todo lo que dejará de ser».

2. La obra tiene doble edición: una, titulada El terno del
difunto
, aparecida en 1926; otra, con el título Las
galas del difunto
e incluida en la trilogía Martes
de carnaval
, de 1930. Como señalan Cardona y Zahareas
(1982:186-196), los añadidos de 1930 acentúan la
intención histórico-crítica del autor.
Nosotros manejamos ahora la ed. de Martes de carnaval.
Esperpentos
, a cargo de Jesús Rubio Jiménez,
Madrid,
Espasa-Calpe, 1993, 17.ª ed., Las galas del difunto
en pp.81-120.

3. Rubio Jiménez (en Valle, 1993:28-30) recuerda
el antecedente de este personaje, señalado por Jacques
Fressard, en el texto
«Un retrato», publicado por Valle en El
Liberal
, el 7 de febrero de 1903. Aquí confiesa su
admiración por Mamed Casanova, un bandolero
hercúleo y desalmado: «Yo confieso que admiro a
estos bandoleros que desdeñan el peligro y que
desdeñan la muerte. Tienen para mí una
extraña fascinación moral. A los
quince años Mamed Casanova realizó su primera
hazaña, que entre tantas, es, sin duda, la más
bella. Desenterró el cadáver de un indiano,
vistióse la mortaja, y ataviado de esta suerte, fue a la
casa mortuoria para dar el pésame a la parentela de hijos
y nueras congregada en la cocina, al amor de la lumbre.
¿No es verdad que esta aventura lúgubre y burlesca,
tiene la extraña belleza de una fantasía urdida por
el
príncipe Hamlet?» A
raíz de estas nítidas declaraciones, escribe Rubio
Jiménez: «…lejos de ser un personaje que
entra accidentalmente en la obra de Valle está en el
inicio de una de sus series más significativas por su
capacidad de situarse más allá del bien y del
mal» (p. 30)

4. Patillas es uno de los nombres populares con que se
alude al diablo. Valle en este esperpento muestra su total
dominio del
lenguaje
popular. Como bien dice Aznar Soler (1982:49), el lenguaje es
el fundamento del esplendor literario de los esperpentos, un
lenguaje y una lengua
literaria sabiamente manejada, mezcla de diversos materiales
lingüísticos. En Las galas vemos americanismos
(«macanudo»), gitanismos
(«gachí»), madrileñismos
(«pollo»), léxico militar
(«compañía»), etc. Está claro,
como comenta Sabaté Planes (1998:107) que «si el
esperpento es una actitud estética, el lenguaje
esperpéntico es su consecuencia lingüística».

5. Cuando al boticario le traen la carta en que su
hija le solicita el perdón, éste contesta a la
mensajera, la Bruja: «Vienes mal guiada, serpiente.
¿De qué hija me hablas? Una tuve y se ha muerto.
Los muertos no escriben cartas.
¡Retira ese papel de la calle, vieja maldita!»
(escena 2.ª).

6. En la edición que manejamos, op. cit.,
este esperpento ocupa las páginas 121 a 201. El fragmento
está en la página 126. Es una respuesta a la
«estética» de Don Manolito, que antes ha
dicho: «Hay que amar, Don Estrafalario. La risa y las
lágrimas son los caminos de Dios. Esa es mi
estética y la de usted».

7. Una frase de esta acotación, «Cantan
dos grillos en el fondo de sus botas nuevas», ha sido
señalada por Joaquín Casalduero (1972:294) como
greguería, trabajada por Valle «consciente de su
capacidad esperpéntica».

8. Senabre (1990:23) habla de «teatro para
títeres».

9. Speratti-Piñero (1968:150) relaciona la
pelelización y la visión de la muerte: «El
esperpento, sin embargo, no es sólo la imagen del
espejo. Lo integran también el pelele y el fantoche
humanos. El hombre como muñeco del titiritero había
surgido en la mente de Valle de la proximidad o del contacto con
la muerte».

10. Así se entiende mejor la alusión en
la escena primera a Ravachol (1859-1892), bandido y anarquista
francés del que se dice que profanó una tumba, en
la escena primera, cuando la Daifa dice a Ventolera, a quien
acaba de conocer: «O mucho me engaño o tú
eres otro Ravachol».
 

BIBLIOGRAFÍA

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Madrid, Castalia, 1.982, corregida, pp. 186-196.
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La hija del capitán (Esperpentos)
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– __________, Martes de carnaval. Esperpentos, ed. de
Ricardo Senabre, Madrid, Espasa-Calpe, 1990, pp. 7-28.
– __________, Martes de carnaval. Esperpentos, ed. de
Jesús Rubio Jiménez, Madrid, Espasa-Calpe, 1993,
17.ª ed., Las galas del difunto en pp.81-120.

 

 

Autor:

José Cenizo Jiménez

Universidad de Sevilla

Partes: 1, 2
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